Centro de Estudios Filosóficos AD VITAM AETÉRNAM

AD VITAM AETÉRNAM (Hacia la vida eterna) es un grupo de estudio de la Fraternidad Kardeciana del Ecuador donde se difundirán artículos que conlleven a la práctica del bien para asegurar la vida eterna. 

La vida eterna es la meta final de todo ser humano y que para lograrlo debe transitar muchas veces por este mundo u otros con el fin de corregir los errores de sus vidas anteriores.

La práctica del bien es el único camino seguro a la vida eterna, el que se recorrerá en mayor o menor tiempo, dependiendo de la rectificación de los errores cometidos en la vida actual o en las anteriores.

Si desea comunicarse con el administrador de este grupo de estudio puede escribirle a ecuador.kardeciano@gmail.com





 Planificación reencarnatoria

En la vida cotidiana solemos equivocarnos de muchas maneras. Al elegir los estudios; al dejarlos antes de tiempo; en el trabajo; en las amistades; en los negocios y en muchas decisiones que tomamos.

Cuando despojados de las vestiduras físicas nos hallamos en el campo espiritual, continuamos siendo lo que fuimos, con los mismos defectos y virtudes. Seres desorientados propensos al error.

Si elegir las condiciones de la próxima reencarnación corriera sólo a nuestras expensas, lo haríamos de manera desordenada y mal.

Llevamos encima muchas cargas pesadas que hemos ido acumulando de tiempos pretéritos y que tenemos que ir descargando poco a poco en cada reencarnación, devolviendo el mal por el bien a costa de sacrificios. Pero si de nosotros dependiera, sólo escogeríamos lo mejor, aquello que no requiere ningún sacrificio, dejando el saldo negativo para nunca jamás. Y eso resultaría injusto, además de espiritualmente imposible. De ahí la asistencia de nuestros Guías y Mentores que son quienes nos asesoran y planifican nuestras futuras existencias terrenales, las pruebas por las que necesariamente tendremos que pasar para ir aligerando una parte de esa carga negativa que todos, en mayor o menor medida, llevamos a cuestas, dejándonos, eso sí, un amplio margen de libertad para tomar nuestras propias decisiones, acertadas o no. Sólo aquellos espíritus muy adelantados, son los que,  con la menor ayuda, son capaces de proyectar su futuro reencarnatorio.

Un trabajo arduo y meticuloso es la planificación de cada reencarnación, donde cada pieza del complejo "puzzle" tendrá que encajar perfectamente.

*Sobre esta cuestión existe variada literatura espirita que cada uno debe situar objetivamente bajo la observancia de su propio razonamiento.
Albert B.B






El tránsito


1. No se excluyen por la confianza en la vida futura los temores del tránsito de esta vida a la otra. Muchos no temen la muerte por el hecho de morirse, lo que temen es el momento de la transición. ¿Se sufre o no se sufre en el tránsito? He aquí lo que les ocupa más, y la importancia de este asunto es tanto mayor cuanto con toda seguridad nadie puede evitarlo. Puede uno dejar de hacer un viaje terrestre, pero aquel camino han de recorrerlo todos, ricos y pobres, y por doloroso que sea, ni la clase social, ni la fortuna, pueden endulzar su amargura. 

2. Al ver la calma de ciertas muertes y las terribles convulsiones de la agonía en algunas otras, se puede ya considerar que las sensaciones no son siempre las mismas. Pero, ¿quién puede hacernos una reseña respecto de esto? ¿Quién nos describiría el fenómeno fisiológico de la separación del alma y del cuerpo? ¿Quién nos dirá las impresiones que se sienten en este instante supremo? Sobre este punto, la ciencia y la religión enmudecen. ¿Y por qué? Porque falta a la una y a la otra el conocimiento de las leyes que rigen las relaciones del espíritu y la materia; la una se detiene en el umbral de la vida espiritual; la otra en el de la vida material. El Espiritismo es el lazo de unión entre las dos. Él solo puede referir cómo se opera la transición, y sea por las nociones más positivas que da de la naturaleza del alma, ya sea por lo que informan los que han dejado la envoltura material. El conocimiento del lazo fluídico que une el alma y el cuerpo es la clave de este fenómeno, así como de muchos otros. 

3. La materia inerte es insensible, éste es un hecho positivo. Sólo el alma experimenta las sensaciones del placer y del dolor. Durante la vida, cualquier separación de la materia se refleja en el alma, quien recibe por ello una impresión más o menos dolorosa. El alma es la que sufre y no el cuerpo. Éste no es más que el instrumento del dolor, el alma es el paciente. Después de la muerte, estando el cuerpo separado del alma, puede ser impunemente maltratado, porque nada siente. El alma, cuando está aislada, no sufre por la desorganización de este último. Tiene sus sensaciones propias, cuyo origen no está en la materia tangible. El periespíritu es la envoltura fluídica del alma, de la cual no se separa ni antes ni después de la muerte, con la que no forma, por expresarlo así, más que uno, porque no puede concebirse el uno sin el otro.Durante la vida, el fluido periespiritual penetra en el cuerpo en todas sus partes y sirve de vehículo a las sensaciones físicas del alma. Por este intermediario obra también el alma, sobre el cuerpo y dirige sus movimientos. 

4. La extinción de la vida orgánica causa la separación del alma y del cuerpo por la rotura del lazo fluídico que los une, pero esta separación jamás es brusca. El fluido periespiritual se separa poco a poco de todos los órganos. De modo que la separación no es completa y absoluta sino cuando no queda un solo átomo del periespíritu unido a una molécula del cuerpo. La sensación dolorosa que el alma experimenta en semejante momento está en razón de la suma de los puntos de contacto que existe entre el cuerpo y el periespíritu, y de la mayor o menor dificultad y lentitud que ofrece la separación. Es preciso, pues, entender que, según las circunstancias, la muerte puede ser más o menos penosa. Estas diversas circunstancias son las que vamos a examinar. 

5. Sentemos, desde luego, como principios los cuatro casos siguientes, que se pueden mirar como las situaciones extremas, entre las cuales hay una multitud de matices: 
1.º Si en el momento de la extinción de la vida orgánica estuviese operada completamente la separación del periespíritu, el alma no sentiría absolutamente nada. 
2.º Si en este momento la cohesión de los dos elementos está en toda su fuerza, se produce una especie de rasgadura que obra dolorosamente sobre el alma. 
3.º Si la cohesión es débil, la separación es fácil y se verifica sin sacudidas. 
4.º Si después del cese completo de la vida orgánica existen todavía numerosos puntos de contacto entre el cuerpo y el periespíritu, podrá el alma sentir los efectos de la descomposición del cuerpo hasta que el lazo se rompa enteramente. De esto resulta que el sufrimiento que acompaña a la muerte está subordinado a la fuerza de adherencia que une el cuerpo al periespíritu. Que todo lo que pueda menguar esta fuerza y favorecer la rapidez de la separación hace el tránsito menos penoso. En fin, que si la separación se opera sin ninguna dificultad, el alma no experimenta ninguna sensación desagradable. 

6. En el tránsito de la vida corporal a la vida espiritual se produce también otro fenómeno de una importancia capital: es el de la turbación. En este momento, el alma experimenta un sopor que paraliza momentáneamente sus facultades y neutraliza, en parte al menos, las sensaciones. Está, por expresarlo así, cataleptizada, de modo que casi nunca es testigo consciente del último suspiro. Decimos casi nunca, porque hay un caso en que puede tener conciencia de ello, como veremos después. La turbación puede, pues, considerarse como el estado normal en el instante de la muerte.Su duración es indeterminada, varía de algunas horas a algunos años. A medida que se disipa, el alma está en la situación de un hombre que sale de un sueño profundo. Las ideas son confusas, vagas e inciertas. Se ve como al través de una niebla, poco a poco la vista se aclara, la memoria vuelve, y se reconoce. Pero este despertar varía según los individuos. En unos es tranquilo y experimentan una sensación deliciosa, mientras que en otros está lleno de terror, de ansiedad, y produce el efecto de una terrible pesadilla. 

7. El momento del último suspiro no es, pues, el más penoso, porque, ordinariamente, el alma no tiene conciencia de sí misma. Pero antes sufre por la desagregación de la materia durante las convulsiones de la agonía, y después, por las angustias de la turbación. Apresurémonos a declarar que este estado no es general.La intensidad y la duración de este sufrimiento están, como hemos dicho, en razón de la afinidad que existe entre el cuerpo y el periespíritu. Cuanto más grande es esta afinidad, mayor es y más penosos son los esfuerzos del espíritu para separarse de sus lazos. Pero hay personas en las cuales la cohesión es tan débil, que la separación se opera por sí misma y naturalmente. El espíritu se separa del cuerpo como un fruto maduro cae de su tallo. Esto sucede con las muertes tranquilas y de apacible despertar en la otra vida. 

8. El estado moral del alma es la causa principal que influye sobre la mayor o menor facilidad de la separación. La afinidad entre el cuerpo y el periespíritu está en razón de la adhesión del espíritu a la materia.Está en su máximum en el hombre cuyas preocupaciones se encuentran todas en la vida y goces materiales, y es casi nula en aquel cuya alma purificada se ha identificado con anticipación con la vida espiritual. Puesto que la lentitud y la dificultad de la separación están en razón del grado de depuración y desmaterialización del alma, depende de cada uno hacer el tránsito más o menos fácil o penoso, agradable o doloroso. Sentado esto, a la vez como teoría y como resultado de la observación, nos queda por examinar la influencia de la clase de muerte sobre las sensaciones del alma en el último momento. 

9. En la muerte natural, la que resulta de la extinción de las fuerzas vitales por la edad o la enfermedad, la separación se opera gradualmente. En el hombre cuya alma está desmaterializada y cuyos pensamientos se han desprendido de las preocupaciones terrestres, la separación es casi completa antes de la muerte real. El cuerpo vive todavía con vida orgánica cuando el alma ha entrado ya en la vida espiritual, y no está ligada al cuerpo sino por un lazo tan débil, que rompe a la última palpitación del corazón. En este estado, el espíritu puede haber recobrado ya su lucidez y ser testigo consciente de la extinción de la vida de su cuerpo, considerándose feliz por haberse librado de él. Para él la turbación es casi nula. Esto no es más que un momento de sueño pacífico, de donde sale con una indecible impresión de dicha y de esperanza. En el hombre material y sensual, aquel que ha vivido más para el cuerpo que para el espíritu, para quien la vida espiritual es nada, ni siquiera una realidad en su pensamiento, todo ha contribuido a aflojarlos durante la vida. Al aproximarse la muerte, la separación se hace también por grados continuos. Las convulsiones de la agonía son indicio de la lucha que sostiene el espíritu que, a veces, quiere romper los lazos que le retienen, otras se aferra a su cuerpo, del cual una fuerza irresistible le arranca violentamente, como si dijéramos a pedazos. 

10. El espíritu se adhiere tanto más a la vida corporal cuanto no ve nada más allá. Siente que se le escapa y quiere retenerla. En lugar de abandonarse al movimiento que le arrastra, resiste con todas sus fuerzas, pudiendo así prolongar la lucha durante días, semanas y meses enteros. Sin duda en este momento el espíritu no tiene toda su lucidez. La turbación ha comenzado mucho tiempo antes de su muerte, pero por esto no sufre menos, y la vaguedad en que se encuentra, la incertidumbre de lo que vendrá a ser de él, aumentan sus angustias. Llega la muerte, y no se ha acabado todo. La turbación continúa, siente que vive, pero no sabe si es de la vida material o de la vida espiritual. Lucha todavía hasta que las últimas ligaduras del periespíritu se rompen. La muerte ha puesto término a la enfermedad efectiva, pero no ha tenido sus consecuencias. Mientras existen puntos de contacto entre el cuerpo y el periespíritu, el espíritu siente los achaques de aquél, y sufre. 

11. Muy diferente es la posición del espíritu desmaterializado, aun en las más crueles enfermedades. Los lazos fluídicos que le unen al cuerpo, siendo muy débiles, se rompen sin ninguna sacudida. Después su confianza en el porvenir, que ha entrevisto ya con el pensamiento, algunas veces también en realidad, le hace mirar la muerte como una libertad y sus males como una prueba. De lo que resulta para él una tranquilidad moral y una resignación que endulzan el sufrimiento. Después de la muerte, rotos estos lazos en el mismo instante, ninguna reacción dolorosa se opera en él. Siente su despertar libre, dispuesto, aliviado de un gran peso, sobre todo contento porque no sufre ya. 

12. En la muerte violenta, las condiciones no son exactamente las mismas. Ninguna desagregación parcial ha podido traer una separación anticipada entre el cuerpo y el periespíritu. La vida orgánica, en toda su fuerza, se para repentinamente. La separación del periespíritu no comienza, pues, sino después de la muerte, y en este caso, como en los otros, no puede operarse instantáneamente. El espíritu, sorprendido, está como aturdido, pero sintiendo que piensa, se cree aún vivo, y esta ilusión dura hasta que se da cuenta de su posición. Este estado intermediario entre la vida corporal y la vida espiritual es uno de los más interesantes para el estudio, porque presenta el singular espectáculo de un espíritu que toma su cuerpo fluídico por su cuerpo material, y que experimenta todas las sensaciones de la vida orgánica. Ofrece una variedad infinita de matices, según el carácter, los conocimientos y el grado de adelanto moral del espíritu. Es de corta duración para aquellos cuya alma está depurada, porque en ellos había un desprendimiento anticipado, y la muerte, incluso la más súbita, no hace más que apresurar su realización. En otros puede prolongarse durante años. Este estado es muy frecuente incluso en los casos de muerte ordinaria, y para algunos no tiene nada que sea penoso, según las cualidades del espíritu. Pero para otros, es una situación terrible. En el suicidio, sobre todo, ésta es la situación más penosa. El cuerpo, reteniendo al periespíritu por todas sus fibras, todas las convulsiones del mismo repercuten en el alma, y por esto siente atroces sufrimientos. 

13. El estado del espíritu en el momento de la muerte puede resumirse así: El espíritu sufre tanto más cuanto el desprendimiento del periespíritu es más lento. La prontitud del desprendimiento está en razón del grado de adelanto moral del espíritu. Para el espíritu desmaterializado, cuya conciencia es pura, la muerte es un sueño de algunos instantes, exento de todo sufrimiento, y cuyo despertar está lleno de suavidad. 

14. Para trabajar en su depuración, reprimir sus tendencias malas, vencer sus pasiones, es preciso ver sus ventajas en el porvenir. Para identificarse con la vida futura, dirigir a ella sus aspiraciones y preferirla a la vida terrestre, es necesario no sólo creer en aquella, sino comprenderla. Es necesario representársela bajo un aspecto satisfactorio para la razón, en completa concordancia con la lógica, el buen sentido y la idea que uno se forma de la grandeza, de la bondad y de la justicia de Dios. De todas las doctrinas filosóficas, el Espiritismo es la que ejerce, bajo este aspecto, la más poderosa influencia por la fe inquebrantable que da. El espíritu formal no se limita a creer, cree porque comprende, y comprende porque se dirige a su entendimiento. La vida futura es una realidad que se descorre sin cesar a su vista. La ve y la toca, por expresarlo así, en todos los instantes. La duda no puede entrar en su alma. La vida corporal, tan limitada, se borra para él ante la vida espiritual, que es la verdadera vida. De ahí el poco caso que hace de las sinuosidades del camino y su resignación en las vicisitudes, de las cuales comprende la causa y la utilidad. Su alma se eleva por las relaciones directas que tiene con el mundo invisible, los lazos fluídicos que le adhieren a la materia se debilitan y así se opera un primer desprendimiento parcial que facilita el tránsito de esta vida a la otra. La turbación inseparable del tránsito dura poco tiempo, porque tan pronto como se ha franqueado el paso se reconoce a sí mismo. Nada le es extraño y se da cuenta de su estado. 15. Ciertamente el Espiritismo no es indispensable para obtener este resultado. Así es que no tiene pretensión de que sólo él puede asegurar la salvación del alma, pero la facilita por los conocimientos que procura, los sentimientos que inspira y las disposiciones en la cuales coloca el espíritu, a quien hace comprender la necesidad de mejorarse. Además, da los medios de facilitar el desprendimiento de otros espíritus en el momento en que dejan la envoltura terrestre, y de abreviar el término de la turbación por la plegaria y la evocación. Por la oración sincera, que es una magnetización espiritual, se provoca una desagregación más pronta del fluido periespiritual, por una evocación dirigida discretamente y con prudencia, y animando con palabras de benevolencia, se saca al espíritu del sopor en que se encuentra y se le ayuda a reconocerse más pronto. Si está sufriendo, se le incita al arrepentimiento, el único que puede abreviar los sufrimientos.


Vida después de la muerte o desdoblamiento del tiempo


Me he decidido a escribir este artículo para compartir unas experiencias  que me han impresionado profundamente.

Experiencias que  han vivido personas que he conocido,  gracias a mi actividad en relación con las plantas medicinales .

Me han impresionado, porque según mi razonamiento actual  parecen imposibles, pero son realidades maravillosas  que pueden llenar de esperanza a muchas personas con enfermedades graves o terminales  y lo asocio con la "teoría" o no tan teoría,  del Desdoblamiento del tiempo del Doctor en Física, Jean –Pierre Garnier, que asegura que en sueños, podemos visualizar la solución a nuestros problemas, gracias a nuestro doble que viaja en el tiempo futuro buscando la solución a los mismos y de forma imperceptible cuando despertamos, nos dicta el camino correcto a seguir para superarlos.

Sería en palabras sencillas conectar con nuestro instinto o ser interior adormecido, que nos dicta que hacer de forma correcta  en nuestra vida diaria.

Las historias reales que voy a comentar no son fruto de los sueños, pero si de vivencias estando en coma (un sueño muy profundo) o en situaciones límite .

La primera historia fue sobre  la curación de una mujer, Susana Escudero, con   una afección de SIDA en fase terminal.

 Durante el Congreso del Amor en Lleida de hace unos años, explicó que estando en la cama del hospital esperando el último suspiro, una enfermera, se le acerca y le pregunta porqué llora.

Extrañada y con las pocas fuerzas que le quedaban le responde  que estaba llorando porque sentía que se estaba muriendo. La enfermera le dice: ¿Y qué es la muerte? A Susana estas palabras le provocaron una emoción muy fuerte  y sin más dilación la enfermera le comenta que va a buscarle un libro para leerle unas páginas. Este libro se llama "Dios me habló".

Al cabo de un rato y después de leerle una página, Susana ya más tranquila, entra en coma. Un coma de un mes y durante este mes visionó el otro lado de la vida y aprendió qué hacer para auto recuperarse.

A partir del momento que sale del coma, empieza a restablecerse y al cabo de un año emprende una nueva vida, renunciando a casa, dinero, ropa... que estando enferma ya había donado a familiares y amigos. Hoy 20 años después es una hermosa mujer como podréis comprobar en los videos que adjunto en este enlace:
 https://cajadepandoravideo.wordpress.com/2011/12/21/ii-congreso-del-amor-lleida/

Otro caso fue el de una mujer de 80 años, que sobrevivió a un cáncer terminal después de pasar una semana en coma .

Un día me visitó acompañada de su hija y de la  nieta con la idea de adquirir unas plantas. Pero lo curioso del caso es que ni la ciencia médica oficial ni ninguna de las plantas que promocionamos desde la Dulce Revolución, tuvieron nada que ver con su recuperación "milagrosa".

Me contaba con entusiasmo esta abuela, que durante esta semana en coma, vivió un estado de placidez total en compañía de padres, marido y otros hermanos que ya habían muerto años antes y como sus familiares le animaban a quedarse con ellos .

Pero cuando miraba a su hija y nieta llorando al lado de la cama del hospital, donde la abuela estaba en coma, sentía deseos de consolarlas pero la comunicación era imposible. Desde el otro lado sus familiares le decían que si quería volver a la vida terrena al lado de su hija y nieta no habría ningún problema porque de su cáncer ya estaría curada.

En un acto de amor extraordinario decide volver a la vida para consolarlas y hablarles de esta experiencia maravillosa. Al despertar las primeras palabras fueron "tengo hambre". Como comprenderéis el alboroto de familiares y personal sanitario fue extraordinario y efectivamente después de las pruebas pertinentes y ante el asombro de todos, la abuela ya estaba libre de cáncer.

 La nieta que la acompañaba le decía alucinada "abuela quiero vivir estas experiencias" y la abuela le respondió  "cállate tonta,  que a ti aún no te toca.  Disfruta de la vida".

Una cosa si que me quedó clara viendo la expresión de sus caras y es, que cuando les  llegue su  hora se tomaran el acto de morir con mas serenidad.

Otro caso hermoso fue el de una mujer de 50 años, que con un diagnostico de esperanza de vida máxima de 30 días, como consecuencia de un cáncer terminal y después de estar sometida a todo tipo de tratamiento químico sin resultados satisfactorios, decide conjuntamente con su marido, que en vez de quedarse en casa o el hospital  llorando los últimos días, iniciar unas vacaciones al lado del mar hasta que su  cuerpo aguantara, disfrutando de la vida hasta el último instante.

No se alejaban mucho de su hospital en Barcelona, por si tenían que volver con urgencia.

En este proceso, todas las causas emocionales negativas, miedos, etc. que le habían acompañado durante los últimos años y que quizás en parte pudieron haber  provocado su cáncer, quedaron atrás, porque según los médicos,  ya no había solución y dejaban de tener importancia.

Lo único importante en aquel momento era vivir los últimos días con la máxima felicidad en compañía de su marido.

Pasaron 15 días, llegaron al mes y aún estaba viva y lo mas importante constatando una ligera mejoría. Pasaron dos meses, tres, cuatro y cada día mejor. Vuelven a casa por falta ya de dinero disponible y cuando pasan por el hospital a comprobar que podía haber pasado para tener esta prolongación de vida por encima de la prevista por su oncólogo, se dan cuenta mediante estudios y analíticas que el cáncer había desaparecido.

Estos hechos nos confirman que seguramente nuestro organismo está compuesto por algo más que de materia y que puede generar unos mecanismos de auto regeneración impresionantes.

Seguramente estamos hablando de bloqueos "energéticos" que en estos tres casos de forma involuntaria a través del coma o de la situación límite lograron deshacerse y permitir al organismo auto sanarse.

Existen técnicas que ayudan en este proceso a resolver emociones duras  almacenadas en nuestro interior, con las que no seria necesario llegar al extremo de lindar de la muerte de estos tres casos. Algunas de ellas podrían ser: Reiki, Constelaciones familiares, regresiones, Hamer,  Biodescodificación,  Sintergética, etc.

Y aquí es donde mucha gente estamos metidos, abriendo nuestra mente a todo.

Por otro lado, Jean-Pierre Garnier,  defiende la idea de que en sueños, podemos moldear nuestro futuro inmediato de forma voluntaria, pidiendo a tu doble que durante el sueño "reparador" aprenda con el tiempo ilimitado del que se dispone en la otra dimensión, aquello que va ser imprescindible o necesario para seguir evolucionado en este plano más terrenal.

Como de momento no se entender que mecanismos se activaron en estos casos extraordinarios que os he contado, me agarro a la teoría del desdoblamiento que tan bien explica Jean-Pierre Garnier en este enlace: 
http://preparemonosparaelcambio.blogspot.com.es/2011/05/entrevista-jean-pierre-garnier-malet.html

Por joseppamies



Los enemigos desencarnados

No siendo la muerte física el aniquilar de la vida, es natural que todos aquellos Espíritus que se transfieren de retorno para el mundo espiritual mantengan las características morales que caracterizaban la individualidad.

Recuperando la lucidez después del deceso celular, vuelven a la conciencia los mensajes que fueron almacenados durante la trayectoria orgánica, auxiliándolos en la evocación de acontecimientos y hechos en los cuales participaron.

En algunas ocasiones no ocurre ese fenómeno en razón del estado de perturbación en el que se encuentran después del túmulo, manteniendo fijaciones enfermizas y conductas infelices.

Comprensiblemente, en el primer caso, resuenan con más facilidad las impresiones vigorosas, aquellas que fuertemente herirán o dignificarán las emociones.

En ese capítulo, los sentimientos de animosidad que tipifican los Espíritus inferiores resurgen, llevándolos a los procesos de angustia y resentimiento, que procuran contornar mediante el esfuerzo a que se proponen contra aquellos que los afligieron y que permanecen en el viaje carnal.

Es comprensible que no poseyendo los tesoros morales de nobleza ni de elevación, se dejan consumir por el odio, siendo llevados a las fuentes generadoras del sufrimiento que experimentan, en el caso, de las personas que se hicieron responsables por su desdicha.

Surgen, en esa fase, las vinculaciones psíquicas con los antiguos desafectos, aquellos que se tornaron motivo de su aflicción.

Reconociendo la razón del sufrimiento, sin, no en tanto, entender las causas profundas, aquellas que dicen respecto a la Justicia Divina, cara al conocimiento de la reencarnación y su ley de Causa y Efecto, se convierten en inclementes cobradores de lo que suponen ser deudas por ellos contraídas.

Disponiendo de movilidad y fijándose mentalmente al adversario mediante la afinidad moral, se inicia el doloroso proceso de obsesión, que tanto se presenta en forma de surto patológico, en el área de los disturbios psicológicos de conducta y de emoción, bien como en lenta y perversa inspiración enfermiza que termina por transformarse en trastorno más grave.

Cuando no se encuentran lúcidos, son igualmente atraídos, en razón de la ley de sintonía existente entre deudor y cobrador, proveniente de la convivencia espiritual en las mismas fajas de inferioridad en el que se mueven los encarnados y los desencarnados.

No sienta ninguna duda en cuanto a la influencia ejercida por los Espíritus en la convivencia con las criaturas humanas, especialmente con aquellas de naturaleza permisiva y vulgar, cruel e indiferente, en razón del estado moral en que aún se encuentran.

Pululan alrededor del planeta billones de seres espirituales en un estado primario de evolución, aguardando la oportunidad de reencarnar de nuevo, ya que se encuentran en un estado de penuria y de sufrimiento por la cual se transforman en parásitos dependientes de energías específicas, que exploran y usurpan de los seres humanos que se les asemejan.

De ese modo, aquellos que se sienten perjudicados de alguna forma, tienen mayor facilidad en inmiscuirse en la economía mental y emocional de aquellos que consideran sus adversarios por los prejuicios que les han causado, persiguiéndolos de manera consciente o no.

Los enemigos desencarnados constituyen un factor de desequilibrio en la sociedad terrestre que debe ser tomado en cuenta por los estudiosos del comportamiento y de las directrices sociológicas.

El mundo espiritual es preexistente al físico, real y fundamental de donde  vienen las poblaciones humanas para donde retornan mediante el vehículo de la desencarnación.

El objetivo esencial de la desencarnación es propiciar el desenvolvimiento intelecto moral del Espíritu en su trayectoria evolutiva.

Poseyendo el psiquismo divino embrionario, en cada etapa del proceso de crecimiento se les desdoblan facultades y funciones adormecidas que se agigantarán a través de la eternidad, hasta que sea alcanzada la plenitud.

No obstante, los atavismos que permanecen como tendencias para repetir los gravámenes y conceptos erróneos a los que están acostumbrados, ejercen mayor predominancia en la naturaleza de todos, aunque el Deotropismo que los atrae en la dirección fecunda y original de su casualidad.

La elección de conducta que define el rumbo de la ascensión o de la caída, a fin de permanecer en el obscurantismo en relación a la verdad o en el esfuerzo dignificantes de auto iluminación.

Cuando se esfuerza por el buen proceder, prosiguiendo en la vivencia de las reglas de la moral y del bien, liberándose de los grilletes de los vicios, más fácilmente alcanza los niveles elevados de armonía interior y los planos espirituales de felicidad, donde pasa a habitar. Todavía, cuando se compromete en la acción del mal, es inducido a reescribir las paginas aflictivas que quedaron en la retaguardia, rescatando los delitos practicados a través del sufrimiento o mediante las acciones de beneficencia que lo dignifican.

En razón de la comodidad moral y de pereza mental, se sitúa, no raro, en la incerteza, en la indiferencia en relación al engrandecimiento o complaciéndose en las sensaciones nefastas, cuando podría elegir las emociones superiores para auxiliarse y para socorrer a aquellos a quien ha perjudicado, reparando los males que fueron generados mediante las contribuciones de amor educativo ofrecidos.

Los enemigos desencarnados, de ese modo, se vinculan a los seres humanos atraídos por las afinidades morales, por los sentimientos del mismo tenor, por las conductas extravagantes que se permiten.

Nunca desperdicies la oportunidad de ser aquel que cede en contiendas inútiles como perniciosas; de perder, en el campeonato de la insensatez, a fin de ganar en la paz interior; de servir con devoción, aunque otros se sirvan, explorando la bondad de su prójimo; de ofrecer comprensión y compasión en toda y cualquier circunstancia que se te deparen; de edificar el bien donde te encuentres, en la alegría o en la tristeza, en la abundancia o en la escasez; de ofrecer esperanza, aun mismo cuando reine el pesimismo y la crueldad llevando al desánimo y a la indiferencia; de ser aquel que ama, a pesar de las circunstancias perversas; de silenciar el mal, a fin de referirte aquello que contribuya a favor de la fraternidad; de perdonar, aun mismo aquello y a aquel que, aparentemente no merezcan perdón; de enseñar correctamente aunque predomine la prepotencia, y por esa razón mismo…

Nunca te canses de confiar en Dios, sea cual sea la situación en la que te encuentres.

Vistiendo la coraza de la fe y esgrimiendo el equipo del amor, tus enemigos desencarnados no encontrarán campo emocional ni vibratorio en ti para instalar sus matrices obsesivas, permitiéndote seguir en paz, cantando la alegría de vivir e iniciando la Era Nueva de felicidad en la Tierra.

Joanna de Ángelis
Página psicografiado por el médium DIVALDO P. Franco, en la sesión mediúmnica la noche 28 de febrero del 2005, en el Centro Espirita Camino de Redención, en Salvador de Bahía.
Traducido al español por: M. C. R







Sócrates y la inmortalidad

En el año 399 antes de la era cristiana, el Tribunal de los Heliastas[1], compuesto por representantes de las diez tribus que componían la demócrata Atenas, se reunía con sus 501 miembros para cumplir una obligación bastante difícil.

Representantes del pueblo, escogidos aleatoriamente, estaban allí para juzgar al filósofo Sócrates.

El pensador era acusado de rechazar a los dioses del Estado, y de corromper a la juventud.

Figura muy controvertida, Sócrates era admirado por unos, criticado por otros.

Tenía la costumbre de andar por las calles con grupos de jóvenes, enseñándolos a pensar, a cuestionar sus propios conocimientos sobre las cosas y sobre sí mismo.

Sócrates desenvolvió el arte del diálogo, la mayéutica, este momento del "parto" intelectual, de la búsqueda de la verdad en el interior del hombre.

Su decir "Sólo sé que no sé nada" representa la sapiencia mayor de un ser, reconociendo su ignorancia, reconociendo que necesitaba aprender, buscar la verdad.

Por eso fue sabio, y además de sabio, dio ejemplos de conducta moral inigualables.

Vivió en la simplicidad y siempre reflexionó al respecto del mundo materialista, de los valores ilusorios de los seres, y de las creencias vigentes en su sociedad.

Frente a sus acusadores fue capaz de dejarles lecciones importantísimas, como cuando afirmó:
  "No tengo otra ocupación sino la de persuadiros a todos, tanto viejos como jóvenes, de que cuidéis menos de vuestros cuerpos y de vuestros bienes que de la perfección de vuestras almas.

El gran filósofo fue condenado a la muerte por cerca de 60 votos de diferencia.

La gran mayoría quería que él intentase negociar su pena, asumiendo el crimen e intentase librarse del castigo capital, con el pago de algunas monedas.

Con seguridad, todos saldrían con las conciencias menos culpables.

Todos, menos Sócrates que, de ninguna forma, se permitió ir contra sus principios de moralidad íntimos. Así, aceptó la pena impuesta.

Preso cerca de 40 días, tuvo oportunidad de escapar, dado que sus amigos consiguieron una forma ilícita de darle la libertad.

No la aceptó. No permitió ser deshonesto con la ley, por más que esta lo hubiese condenado injustamente. Una vez más ejemplificó la grandeza de su alma.

Y fueron extremadamente tranquilos los últimos instantes de Sócrates en la Tierra.

Una calma espantosa invadía su semblante, y causaba admiración en todos los que iban a visitarlo.

Indagado al respecto de tal sentimiento, el pensador reveló lo que le animaba el espíritu:
"¡Todo hombre que llega adónde voy ahora, que enorme esperanza no tendrá de que poseerá allí lo que buscamos en esta vida con tanto trabajo!

Este es el motivo de que este viaje que ordenan me trae tan dulce esperanza."

Sí, Sócrates tenía la seguridad íntima de la inmortalidad del alma, y dejó eso bien claro en varios momentos de sus diálogos.

La perspicacia de sus pensamientos y reflexiones ya habían llegado a tal conclusión lógica.

El gran filósofo partía, cierto de que continuaría su trabajo, de que proseguiría pensando, dialogando, y de que desvelaría un nuevo mundo, una nueva perspectiva de la vida, que es una sola, sin muerte, sin destrucción.






[1] Los heliastas (en griego ἡλιαστής) eran antiguos magistrados de Atenas que constituían la Heliea, un tribunal inmediatamente inferior al Areópago

El Codificador de la Doctrina Espirita, Allan Kardec, indagó a los inmortales:
"En el momento de la muerte, ¿cuál es el sentimiento que domina la mayoría de los hombres? ¿La duda, el miedo o la esperanza?

A lo que los Espíritus le respondieron:
"La duda para los incrédulos endurecidos; el miedo para los culpables; la esperanza para los hombres de bien."

Que podamos todos, a ejemplo de Sócrates, dejar este mundo con el corazón repleto de esperanza.

¡Dios nuestro! ¡Padre excelso! Fuente de toda sabiduría y de todo amor, Espíritu supremo cuyo nombre es luz, ¡te ofrecemos  nuestras alabanzas y nuestras aspiraciones! Que ellas suban hasta TI como el perfume de las flores, como los embriagadores  aromas de los bosques suben al cielo. Ayúdanos a avanzar en la vía sagrada del conocimiento hacia una más alta comprensión de tus leyes, a fin de que se desarrolle en nosotros  más simpatías, más amor para la gran familia humana. 

Nosotros sabemos que es por nuestro perfeccionamiento moral, por nuestros hechos, de la aplicación de la caridad y de la bondad a nuestro alrededor y en provecho de todos nos podremos acercar a Ti y mereceremos conocerte mejor, comunicarnos más íntimamente contigo en la gran armonía de los seres y de las cosas.

Ayúdanos a despojarnos de la vida material, a comprender, a sentir lo que es la vida superior, la vida infinita. Disipa la oscuridad que nos envuelve; deposita en nuestras almas una chispa de fuego divino que reanima y abrasa a los Espíritus de las esferas celestes. ¡Que tu dulce luz y con ella los sentimientos de concordia y de paz, se derrame sobre todos los seres!
Redacción de Momento espirita