El
Consultorio Médico Virtual CURA UT VALEAS se ha
creado con el propósito de hacer conocer las novedades en el campo de la salud
ortodoxa.
Si
desea comunicarse con el coordinador de este grupo de estudio puede escribirle
a:
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Medicina Espiritual
La medicina espiritual puede
ser entendida como la humanización de las acciones médicas, en todas las fases
del atendimiento al enfermo y basándose en dos principios fundamentales: ser
ejercida con amor, y reconocer que el ser humano está formado básicamente de
cuerpo y alma. Y tanto el cuerpo como el alma están sujetos a presentar
disturbios relacionados con la salud, como explica André Luiz en el
libro En el Mundo Mayor: «si existen múltiples enfermedades para las
desarmonías del cuerpo, otras innumerables hay para los desvíos del alma».
Los enfermos son almas
vivientes, pasando por dificultades y, por sus necesidades, por las
enfermedades y sufrimientos orgánicos o psíquicos que presentan, esperan
encontrar, en los profesionales de la salud, la atención que necesitan, el
atendimiento eficaz, cuya tónica de relación debe ser el amor fraterno.
En este final de siglo, que se
prepara para la alborada de una nueva era en el Planeta, los seres humanos
necesitan, más que nunca, que las acciones médicas sean ejercidas con amor,
considerando a los pacientes como criaturas que necesitan de asistencia
integral y sin discriminación.
Considerando los diferentes
aspectos de la Medicina actual y el estado insatisfactorio de salud de los
seres humanos, Emmanuel en el libro del mismo nombre dice: «La medicina de
futuro tendrá que ser eminentemente espiritual, posición difícil de alcanzar
actualmente, por la maldita fiebre del oro; pero los apóstoles de esas
realidades grandiosas no tardarán en surgir en los horizontes académicos del
mundo, testimoniando el nuevo ciclo evolutivo de la Humanidad.
El estado precario de la salud
de los hombres, en los días que estamos, tienen su ascendente en la larga serie
de abusos individuales y colectivos de las criaturas, desviadas de la ley sabia
y justa de la Naturaleza. La Civilización, en su sede bienestar, parece haber
homologado todos los vicios de la alimentación, de las costumbres, del sexo y
del trabajo».
La medicina ya alcanzó un
elevado grado de progreso en todos los campos de sus realizaciones, y todavía
deberá de progresar. Podrá descubrir recursos cada vez más perfeccionados para
el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades, pero no resolverá los
problemas de la salud, en el sentido amplio de las patologías orgánicas y
espirituales, mientras que los seres humanos no reconozcan la necesidad de
armonizarse con las leyes de la Naturaleza, aprendiendo a amar al prójimo como
a sí mismos, y reconocer la realidad del alma que constituye la raíz de
igualdad entre todas las criaturas.
Nada puede mantenerse
estancado en el Universo. La vida pide renovación constante en todos los
sectores. Las personas necesitan que les lleguen, bajo la égida del amor, los
manantiales inagotables de la renovación, principalmente en el campo de la
salud y de las realizaciones espirituales, que pueden llevar al conocimiento de
los disturbios del alma como responsables de las malformaciones y enfermedades
que pueden atacar a los seres humanos.
La práctica de la Medicina
deberá encontrar nuevos caminos para alcanzar un ejemplo condicional al
ejercicio profesional, fundamentado en el conocimiento del alma y en el
concepto según el cual las acciones médicas deben ser realizadas bajo la égida
del amor fraterno, procurando ver al enfermo más allá de su cuerpo físico y de
su mente, alcanzando la grandeza de su alma.
Acostumbrado a buscar en el
cuerpo físico la causa de los disturbios y de las dolencias que acometen al ser
humano, el médico puede tener dificultad para aceptar el concepto según el cual
es en el alma donde se encuentran las raíces, las causas de innumerables
dolencias.
Porque los actos practicados
durante la vida quedan gravados en el periespíritu, que se comporta como
archivo de la memoria espiritual de cada uno. Y, de acuerdo con su naturaleza,
buena o mala, son responsables, respectivamente, de las cosas agradables o por
un gran número de perturbaciones y enfermedades que pueden atacar al ser
humano, ya que el alma envía al cuerpo físico el mensaje periespiritual
responsable del bien o por el mal que ocurre en la vida de cada uno.
Todo acontece de acuerdo con
la ley de la reciprocidad que concede «a cada uno según sus obras» (Mateo 16,
27). Y nadie puede coger maíz si plantó guisantes.
El amor es una fuerza poderosa
que debe estar presente en todas las fases del atendimiento al enfermo, desde
su primer contacto con la recepcionista.
El amor no es atributo del
alma, sino una poderosa energía que emana del Creador y se expande a todo el
Universo, y fue vivido por Jesús, que dejó sus enseñanzas gravadas con letras
de oro, transcritas en el evangelio.
Jesús no fue el creador de una
religión, sino el iniciador de un movimiento de liberación de la Humanidad,
donde los adeptos de cualquier corriente religiosa o filosófica pueden
encontrar las bases para una relación armoniosa, de paz y fraternidad entre
todos los seres.
El poder terapéutico del amor
no es secreto ni constituye privilegio de nadie. Siendo practicado por los
adeptos de diferentes religiones e incluso por personas que no tienen religión,
sino que están hermanadas por este mismo eslabón de energía universal que une y
vivifica a todas las criaturas.
Para mejor evaluar el alcance
de la Medicina espiritual, basta penetrar en los nuevos conceptos que se tienen
del ser humano, sobre el conocimiento de los atributos del alma, quien puede
causar enfermedades como promover la salud.
El ser humano no puede ser
visto solo por su apariencia exterior, sino también por el ser inmortal que en
su organismo vive, que dirige todos los actos de la vida y que se identifica
con la de sus semejantes.
Hace cerca de 450 años a.C.,
Sócrates nos envió su mensaje: «conócete a ti mismo», que encontró resonancia
en Descartes en el siglo XVII de la era actual al afirmar: «pienso, luego
existo».
Esas propuestas fueron
enriquecidas por las enseñanzas de Allan Kardec, hace 150 años, al afirmar que
«el pensamiento es un atributo del alma», como está en El Libro de los
Espíritus, ítem 89 a.
Partiendo de esa premisa, se
abre para el ser humano un abanico de informaciones sobre la realidad de sí
mismo y de su propia vida.
Hoy, a través de los
conocimientos avenidos de la Doctrina Espírita, el ser humano puede responder a
Sócrates, diciendo: «a través de mis pensamientos, conozco a mi yo interior; y
decir a Descartes: el alma que existe en mí es la que piensa».
El alma es un importante
constituyente del ser humano, el centro de todas sus potencialidades, de donde
emanan sus pensamientos, su inteligencia, sus tendencias artísticas, su
percepción científica, su carácter, su intuición, su propia conciencia.
El pensamiento es un atributo
del alma, la cual preexiste a la formación del cuerpo y se mantiene, con toda
su individualidad, después de la desintegración del mismo.
La masa encefálica no puede
ser responsable de la elaboración de los pensamientos, aunque sea indispensable
para la transmisión de los mismos. Para tanto, debe ser mantenida en perfectas
condiciones anatómicas y fisiológicas, para que pueda desempeñar plenamente sus
funciones durante la vida humana.
El alma sobrevive después de
la muerte del cuerpo, manteniendo la continuidad de la vida mental, con todas
sus peculiaridades.
Y aunque tenga ocupado, por
cierto tiempo, un cuerpo que puede volverse mutilado o debilitado por traumas o
enfermedades, al desprenderse del mismo, tiene la oportunidad de equilibrarse,
para vivir toda su plenitud como Espíritu, que puede elevarse continuamente, y
continuar su evolución existencial.
Y participando de la
constitución del ser humano, como dice Kreinheder, en el libro Conversando con
la Enfermedad: « El alma es mi parte más verdadera. Y diría más, la parte de
todos nosotros que se asemeja más fielmente a la imagen de Dios». Y completa la
expresión, diciendo: «el ama en sí es donde el humano y lo divino se encuentran
y se tocan».
Si vivimos en el plano del
alma, tendremos buen ánimo y fuerzas para enfrentar las dificultades de la
vida. Y aunque el cuerpo esté vinculado a las leyes biológicas y tenga su ciclo
de vida limitado, el alma, ligada a las leyes espirituales, no envejece, sino
que evoluciona, explicando la razón por la cual muchas personas, en la plenitud
de la vida, pueden sentir la disposición de la juventud.
La Medicina tiene siempre las
puertas abiertas para la adquisición de conocimientos que puedan contribuir
para el perfeccionamiento de los recursos para el diagnóstico y tratamiento de
las enfermedades en todos los campos de sus actividades.
Actualmente, existen
modalidades de conocimientos que no pueden mantenerse marginados, como la
regresión de la memoria a vivencias pasadas, que vienen a comprobar no tan solo
la participación del alma en todos los actos de la vida humana, tanto en el
presente como en el pasado, o bien como la continuidad de la existencia a
través de las reencarnaciones.
Aunque la Medicina espiritual
pueda parecer un retroceso al tiempo en que las actividades médicas eran
ejercidas por los sacerdotes, ella se presenta, actualmente, con
características diferentes.
Con la contribución de la
ciencia y de la espiritualidad, resplandece un nuevo campo de actuación en la
vida humana, y el pensamiento realiza un salto cuántico para la Medicina del
tercer milenio en que el amor debe participar en todas las fases de las
acciones médicas.
Como afirma el autor del
presente trabajo en el Boletín Médico-Espírita nº2, página 144, 2º párrafo: «La
Medicina es eterna, desde que tomó cuerpo como ciencia y arte, y existirá
siempre, constantemente enriquecida por la labor y actividades de los que a
ella se dedican, acompañando a los seres humanos en todos los ángulos de su
existencia, desde el nacimiento hasta la muerte». Y continúa en el 5º párrafo:
«La finalidad de la Medicina trasciende a las especulaciones humanas. Ella
proporciona recursos para la prevención de las enfermedades, para la promoción
y recuperación de la salud, limita o remedia los males que no pueden ser
evitados o curados, y derrama el bálsamo de la esperanza o la dádiva de una
consolación para los que sufren».
Los profesionales que a ella
se dedican con amor, gozan de la consideración de la sociedad, mereciendo el
respeto y la justa estima de sus semejantes.
Reconocemos la importancia y
la eficacia del tratamiento tradicional, basado en medicamentos de valor
comprobado, valorizando la clínica médica y la cirugía, y sus diferentes
especialidades, pero somos del parecer de que no hay acción terapéutica tan
espléndida como cuando el pensamiento del profesional de la salud alcanza el
centro del alma del paciente, despertándolo para el propósito de vencer las
dificultades, y haciéndole entender las orientaciones que se le dan.
Al dirigirse a un paciente, el
médico tiene condiciones para despertar su interior, su alma, transmitiéndole
un mensaje de esperanza, delante del sufrimiento que enfrenta.
No se trata de engañar al
semejante que está pasando por problemas difíciles, muchas veces insolubles,
como en el caso de las enfermedades terminales. El mensaje, sutilmente dirigido
al alma, muestra que todo está siendo dado para el tratamiento, y que tendrá
siempre una esperanza que abre un horizonte para la vida de cada uno.
Y, aunque esté próximo su paso
hacia el túnel oscuro de la separación del cuerpo, el alma tendrá buen ánimo
para enfrentar posibles dificultades en su retorno al plano espiritual.
La Medicina espiritual
considera al ser humano como un todo, constituido de cuerpo y alma. La acción
terapéutica a través de la palabra debe alcanzar al paciente en su interior, en
su yo de dentro, capaz de realizar la cura integral, de forma consciente.
Los males que acometen al
cuerpo físico pueden reflejar desajustes del alma, los cuales, si no fueron
reconocidos y tratados durante la existencia terrenal, quedarán vinculados al
alma después de su desligación con el cuerpo físico, tal como dice el Dr. Joaquín
Murtinho, espíritu, en el libro Hablando a la Tierra: «Nuestro hogar de
curaciones en la vida espiritual está repleto de enfermos desencarnados.
Desencarnados que todavía revelan psicosis de trato difícil». Y continúa: «Los
instructores religiosos, más que adoctrinadores, son médicos del espíritu que
pocas veces escuchamos con la debida atención, mientras estamos en la carne» y
«Las enseñanzas de la fe, constituyen un recetario permanente para la curación
positiva de las antiguas enfermedades que acompañaron al alma, siglo tras
siglo».
Ese mensaje indica que las
acciones médicas no se limitan a las actividades ejercidas entre los seres
humanos, sino que se proyectan en la espiritualidad, donde otros trabajadores
de la salud, desligados de los vínculos del cuerpo físico, realizan, con
dedicación y amor, el tratamiento de los enfermos del alma.
Ese mismo tratamiento debe ser
realizado, o por lo menos iniciado, por profesionales que militan en la
existencia terrena, procurando realizar la cura integral del enfermo.
El estudio de las enfermedades
del alma no constituye, simplemente, sólo un recurso para la medicina, sino una
contribución seria, sugiriendo la necesidad de considerar al ser humano en su
doble constitución. Y como existen disturbios en el cuerpo, otros existen
relativos al alma.
Mientras, no es fácil y
convincente para un profesional de formación científica, delante de un enfermo
que lo necesita, presentar síntomas de males que no son reconocidos por los
recursos de diagnóstico disponibles, darle la orientación para un tratamiento
paralelo, basado en los recursos espirituales, como el perdón a los ofensores,
la fluidoterapia, la fe, el amor, la oración y la práctica del bien.
En contrapartida, existen los
enfermos renegados, que presentan cierto bloqueo interior y no aceptan cambiar
sus conceptos y la orientación para buscar paralelamente una terapia
espiritual.
Aparte de ello, el
atendimiento espiritual requiere una concienciación del paciente, para un
tratamiento relativamente lento que envuelve su transformación íntima, el
cambio de su comprensión y de su proceder en relación con su propia vida, que
debe cambiar enteramente hacia el bien.
Cuando, por ejemplo, viciados
en el alcohol, en el tabaco, en las drogas, o perturbados por el hábito de la
maledicencia, de la rabia, del odio, de la lujuria, de los disturbios sexuales,
males que manchan su individualidad anímica, al ser orientados para que
abandonen esas prácticas perjudiciales para su salud, con serias consecuencias
para sus familiares y para la sociedad, responden que hacen lo que les gusta, y
se sienten bien con lo que hacen, oponiendo resistencia a cualquier argumento
que pretenda modificarles el comportamiento.
Hay enfermos del alma que
muchas veces presentan serios disturbios psíquicos u orgánicos, persistentes,
que se prolongan durante años, y que son tan sólo atenuados por los
tratamientos reglamentados.
Presentan sintomatología
propia o de males físicos, como dolores que cambian de un lugar a otro,
convulsiones epileptiformes, taquicardia, dificultades en la garganta, cólicos
uterinos, males que son acompañados de depresión, de miedo, miedo de las
enfermedades, de morir, miedo del futuro, miedo de perder algún ente querido,
miedo que puede llegar al desespero y al pánico.
Son ciertamente, para los
enfermos de esa naturaleza, que se aplican las enseñanzas de Allan Kardec, en
el libro El Cielo y el Infierno capítulo VII, párrafo nueve: «Esta ley explica
el mal resultado de la medicina en ciertos casos. Desde luego que el
temperamento es un efecto y no una causa, y los esfuerzos hechos para
modificarlo se hallan necesariamente paralizados por las disposiciones morales
del espíritu, que opone una resistencia inconsciente y neutraliza la acción
terapéutica.
Dad, si es posible, ánimo al
medroso, y veréis cesar los efectos fisiológicos del miedo». Y continua
diciendo: «Esto prueba, repito, la necesidad que tiene la medicina convencional
de tener en cuenta la acción del elemento espiritual sobre el organismo».
La Medicina espiritual es
compatible con el reconocimiento de las enfermedades del cuerpo y del alma, y
procura cubrir ciertas dificultades con buena dosis de tolerancia, confiando en
los resultados de su acción que, ciertamente, llegan en el momento oportuno.
La Medicina espiritual
constituye una proposición a ser observada por los profesionales de la salud,
cuyo ejercicio debe ser complementado por el amor y «por la ecuanimidad», como
decía sir William Osler, a inicios del Siglo XX.
Hay innumerables razones para
decir que todas las criaturas deben estar preparadas para las transformaciones
que podrán pasar en la nueva Era que se aproxima, la Era del Espíritu, y se
espera que sea coronada por la implantación de un nuevo Reino en el planeta
Tierra, oriundo de la transformación íntima de cada uno. Los seres humanos
serán buenos y se amarán los unos a los otros, y en consecuencia, la Medicina
espiritual vendrá como adquisición natural de la nueva Humanidad.
Extraído del libro
ENFERMEDADES DEL ALMA
Infección e infestación
No sólo en el plano psicológico se verifican las obsesiones, sino además en la patología general. Síntomas de enfermedades infecciosas son transmitidos a personas sanas por entidades espirituales enfermizas. A fin de hacer esa distinción, se adoptó en el Espiritismo el término infestación para designar esas dolencias fantasmas, que tanto pueden ser de origen anímico como espirítico. Fuertes impresiones y temores pueden ocasionar la sintomatología fantasma. En los casos de infestación se verifica el proceso inductivo de los vasos comunicantes: el espíritu transfiere a la víctima, generalmente sin saberlo, los síntomas de la enfermedad que lo ha llevado a la muerte y que persisten en su periespíritu o cuerpo espiritual. La prueba científica, objetiva, de la existencia de ese cuerpo espiritual se obtuvo en Francia, por Raúl de Motyndon, en la primera mitad del siglo y actualmente por físicos, biofísicos y biólogos soviéticos, en la universidad de Kirov en la URSS, quienes han dado al referido cuerpo la designación del cuerpo bioplásmico. Kardec investigó ese problema en su tiempo, confirmando la hipótesis de la infestación por medio del tratamiento y cura de los seudoenfermos con el simple alejamiento de las entidades enfermizas infestadoras.
El Dr. Karl Wikland, en los Estados Unidos, comprobó asimismo el fenómeno
por espacio de tres décadas, exponiendo los resultados minuciosamente en el
libro "Treinta Años entre los Muertos". En su famosa clínica de
Chicago, el Dr. Wikland obtuvo éxitos sorprendentes.
Las seudoenfermedades de cientos de pacientes, cansados de recorrer
consultorios y clínicas, e ingresados inútilmente en hospitales especializados,
encontraban solución para su caso. Y él no era, propiamente, un médico
espírita. Era únicamente un médico estudioso e investigador, que había tenido
la ventura de casarse con una joven dotada de gran sensibilidad mediúmnica.
Los casos relatados en su libro revelan la riqueza de los fenómenos con
que él deparó su trabajo médico. Su caso no es único, fue uno entre miles que ocurrieron
y ocurren en el mundo. Lo hemos mencionado aquí porque ha sido uno de los más
positivos e importantes.
J.
Herculano Pires
Infecciones fluídicas
De la misma manera que existen
infecciones orgánicas, también las hay fluídicas.
Muchos desencarnados, movidos
por venganzas, llenan la imaginación de los adversarios encarnados, con formas
mentales monstruosas, clasificadas por los instructores espirituales, como
" Infecciones fluídicas", con gran poder destructor, pudiendo
llevarlos hasta la locura.
Otros, estacionados en
pasiones egoístas, recogidos en pesado monoideísmo, permanecen junto a los
encarnados, sin fuerzas para continuar la lucha evolutiva.
Algunos del mismo modo que los
ectoparásitos temporales, proceden a semejanza de los mosquitos y de los
ácaros, absorbiendo las emanaciones de los encarnados que con ellos se afinan.
Pero muchos otros aún, cual endoparásitos conscientes, después de enterarse de
los puntos vulnerables de sus víctimas, segregan determinados productos, dentro
de la química que les es propia, derramándolos sobre los puntos vulnerables de
sus víctimas.
Esos productos conocidos como
simpatinas y aglutinas mentales, tienen la propiedad de modificar la esencia
del pensamiento de los encarnados, que vierten continuamente de los fulcros
energéticos del tálamo lecho en el diencéfalo.
Ese ajuste entre desencarnados
y encarnados es hecho automáticamente, como animales, en completo primitivismo
en la líneas de la naturaleza. De este modo, los obsesores toman cuentan de las
neuronas del hipotálamo, acentuando la dominación sobre el ramillete amielínico
que lo une al córtex frontal, controlando, las estaciones sensibles del centro
coronario, que ahí se fijan para gobernar las excitaciones producidas en sus
víctimas cuando son contrariados en sus designios, inhibiciones de las
funciones viscerales diversas, mediante la influencia mecánica sobre el
simpático y el parasimpático.
Son maniobras frecuentemente
utilizadas en intrincados procesos de vampirismo y que provocan en la víctima
un régimen de pavor o de guerra nerviosa, alterándoles el psiquismo o
imponiendo prejuicios constantes en los tejidos orgánicos.
Es posible comprender, así,
los casos de posesos, relatados en los Evangelios, que se curaran de dolencias
físicas o de profundo deterioro mental, cuando los Espíritus inferiores que los
subyugaban, fueran retirados por la acción curadora de nuestro maestro Jesús o
de los apóstoles.
Larvas mentales de los
encarnados
No nos podemos olvidar que los
encarnados también producen larvas mentales que son vampirizadas por los
desencarnados. Como vemos, en el camino del psiquismo, siempre existe doble
flanco, Espíritus despojados de la materia o aún estacionados en ella tienen
las mismas capacidades productivas.
En Los Mensajeros, Aniceto
llamó la atención de André Luiz y Vicente para las manchas obscuras en la vía
pública de la gran ciudad, nubes de bacterias variadas que fluctúan (....) en
grupos compactos, obedeciendo a los principios de la afinidad. El
benefactor espiritual apuntó también para ciertos edificios y regiones de la
ciudad, donde había zonas de material mental inferior, materia que es expulsada
incesantemente por cierta clase de personas. Y el instructor acentuó: El hombre
asalta tanto a las nubes de bacterias destructoras de la vida física, como a
las formas caprichosas de las sombras que amenazan el equilibrio mental.
André Luiz preguntó a Aniceto
si la materia mental emitida por el hombre inferior, tiene vida propia, como el
núcleo de corpúsculos microscópicos de las cuales se originan las enfermedades
corporales.
El instructor acentuó: ¿Cómo
no? Vosotros, actualmente, no desconocéis que el hombre terreno vive en un
instrumento psicofísico. No podemos considerar solamente, en el capítulo de las
molestias, la situación fisiológica propiamente dicha, sino también el cuadro
psíquico de la personalidad encarnada. Ahora, si tenemos la nube de bacterias
producidas por el cuerpo enfermo, tenemos la nube de larvas mentales producidas
por la mente enferma, en idénticas circunstancias. De este modo, en el núcleo
de criaturas desprevenidas de recursos espirituales, enferman tanto cuerpos
como almas. En el futuro, por ese mismo motivo, la medicina del alma absorberá
la medicina del cuerpo. Podremos, en la actualidad de la Tierra, ofrecer
tratamiento al organismo de carne. Semejante tarea dignifica la misión del
consuelo, de la instrucción y del alivio. Pero, en lo que concierne a la cura
real, somos forzados a reconocer que ésta pertenece exclusivamente al
hombre-espíritu.
Delante de la observación de
André Luiz de que era muy alto el poder reproductor, tanto de las bacterias
como de las larvas mentales, el benefactor recordó, que, felizmente, la luz
solar tiene un poder mucho mayor, sobre todo cuando se alía al magnetismo
terrestre. Ese poder mayor destruye enérgicamente para seleccionar las
manifestaciones de vida, pues si no fuese así, no existiría un solo hombre en la
Tierra.
También gracias a él, el suelo
y las plantas están llenos de principios curativos y transformadores.
Aniceto enfatizó: que sólo la
fe religiosa, libre de sectarismos, será capaz de promover entre las criaturas
humanas un estado positivo de confianza, optimismo y ánimo saludable.
Y agregó: Las ciencias y las
filosofías preparan el campo; en tanto, la fe que vence la muerte, es la
simiente vital.
En Los Misioneros de la Luz
(3), André Luiz continúa sus estudios sobre las larvas mentales. Observó que no
tienen forma esférica, ni eran del tipo bastón como las bacterias biológicas,
entre tanto formaban colonias densas y terribles.
En una sesión, pude examinar
un joven, candidato al desarrollo mediúmnico en un centro espírita, constatando
la presencia de aluviones de corpúsculos negros, poseídos de espantosa
movilidad, que se transferían, desde la vejiga urinaria, pasando a lo largo del
cordón del esperma y formando colonias compactas en las vesículas seminales, en
la próstata, en la uretra, e invadiendo los canales del semen, para,
finalmente, luchar contra las células sexuales, aniquilándolas. (4)
Alejandro los designó bacilos
psíquicos de tortura sexual, explicando que el joven los venía cultivando por
la falta de dominio de las propias emociones, a través de experiencias sexuales
variadas, y también, por el contacto con entidades groseras, que se afinaban
con sus predilecciones.
Esas compañías espirituales lo
visitaban con frecuencia, como imperceptibles vampiros. Según el instructor el
joven creía que el sexo nada tiene que ver con la espiritualidad, como si ésta
no fuese la existencia en sí. Se olvidó de que todo es espíritu, manifestación
divina y energía eterna. El error de nuestro amigo acentuó es el de todos los
religiosos que suponen al alma absolutamente separada del cuerpo físico, cuando
todas las manifestaciones psicofísicas se derivan de la influencia espiritual.
André analizó también otra
candidata al desarrollo de la mediumnidad. En gran parte del vientre de esta
señora, observó muchos parásitos conocidos del campo orgánico, pero habían
también otros como si fuesen moluscos muy voraces, que se agrupasen en colonias,
desde los músculos y fibras del estómago hasta la válvula ileo-cecal.
Semejantes parásitos atacaban los jugos nutritivos, con asombroso potencial de
destrucción.
Alejandro diagnosticó:
- Tenemos aquí una pobre amiga
desviada en los excesos de la alimentación. Todas sus glándulas y centros
nerviosos trabajan para atender las exigencias del sistema digestivo.
Descuidada consigo misma, cayó
en la glotonería grosera, volviéndose presa de seres de baja condición.
Otro candidato a médium , bajo
el examen de André Luiz, presentaba el aparato gastrointestinal totalmente
lleno de aguardiente, desde el esófago hasta el bolo fecal. El hígado tenía un
enorme tamaño. Pequeñitas figuras horripilantes aparecían voraces, a lo largo
de la vena aorta luchando vehemente contra los elementos sanguíneos nuevos. El
bazo presentaba anomalías y todo el sistema endocrino estaba intoxicado. Los
centros genitales se presentaban deprimidos, disminuida la cantidad de
cromatina.
Los riñones perdían nefronas
cada día; el páncreas, viciado, no respondía con exactitud a sus funciones y
las larvas mentales exterminaban las células hepáticas. Si no fuese por las
glándulas sudoríficas, la vida física estaría en peligro inminente.
Alejandro resaltó que nadie
quiere hacer del mundo terrestre un cementerio de tristeza y desolación.
Atender la santa misión del sexo, de forma respetable, tomar un aperitivo
común, hacer una buena comida, de modo alguno significan desvíos espirituales;
entre tanto, los excesos representan desperdicios lamentables de fuerza, los
cuales retienen al alma en los círculos inferiores.
Y concluyó el mentor: No se
puede pensar en la mediumnidad constructiva sin el equilibrio constructivo de
los aprendices, en la sublime ciencia del bien vivir.
Posteriormente, el médico
desencarnado deseó saber más sobre los "bacilos mentales", que el
benefactor denominaba larvas. ¿ De dónde nacen, cuál es su fuente?
Alejandro explicó que ellas se
originan de la patología del alma: la cólera, la intemperancia, los desvíos del
sexo, los vicios de varios matices, forman creaciones inferiores que afectan
profundamente a la vida física (....).
Las acciones producen efectos,
los sentimientos generan creaciones, los pensamientos dan origen a las formas y
a consecuencias de infinitas expresiones. Así, la cólera, la desesperación, el
odio, y el vicio ofrecen campo a peligrosos gérmenes psíquicos en la esfera del
alma. Y, como acontece en lo terreno respecto a las enfermedades del cuerpo, el
contagio aquí es hecho consumado, desde que la imprevisión o la necesidad de la
lucha establezcan ambiente propicio, entre compañeros del mismo nivel.
Cada vicio en particular de la
personalidad produce las formas sombrías que le son peculiares, y éstas, como
las plantas inferiores que se arrastran por el suelo, por descuido del
responsable, sólo se hacen extensivas a las regiones próximas, donde no
prevalece el espíritu de vigilancia y defensa.
Enseguida, Alejandro recordó
que casi ningún hombre posee preparación para la vida espiritual. Han vivido
mucho más de sensaciones animalizadas que de sentimientos y pensamientos puros,
las criaturas humanas, más allá del túmulo, en muchísimas casos, permanecen
inmantadas al ambiente doméstico. (...) a los infelices que cayeron en
semejante condición de parasitísmo, las larvas les sirven de alimento habitual.
Y, ante el espanto de André
Luiz, Alejandro agregó:
- Semejantes larvas son
portadoras de vigoroso magnetismo animal.
Para nutrirse de este
alimento, bastará al desencarnado agarrarse a los compañeros de ignorancia, aún
encarnados, cual hierba dañina a los gajos de los árboles, y sustraerles la
sustancia vital.
¿Por qué tanta extrañeza?
indagó el instructor. No nos alimentamos también nosotros de las vísceras de
los animales? Y concluyó:
Si hemos sido vampiros
insaciables de los seres frágiles que nos rodean, entre las formas terrenas,
abusando de nuestro poder racional ante la debilidad de la inteligencia de
ellos, no está demás, que por fuerza de la animalidad que conserva con desvelo,
caigan la mayoría de las criaturas en situaciones enfermizas por el vampirismo
de las entidades que les son afines, en la esfera invisible.
La Obsesión y sus Máscaras
Dra. Marlene Nobre
Enfermedad y cura
Bezerra de Menezes
Hijos, toda enfermedad tiene su origen en
las imperfecciones del espíritu, que refleja sobre las células que le
constituyen el cuerpo material los desajustes de la consciencia. La enfermedad,
cuando se exterioriza, se revela y pide tratamiento.
Infelizmente, así y todo, el hombre ha
ofrecido a sus males físicos, que son, en esencia, males espirituales, remedios
que actúan periféricamente, o sea, que no actúan en el fondo de la cuestión.
Los disturbios psicológicos del ser, fruto
de su estado de desarmonía con la Ley, provocándole sensaciones de sufrimiento
orgánico, tornan evidentes las necesidades que se le radican en el alma.
Lo que es subjetivo se hace concreto para
que se le corrija las distorsiones.
Aunque se realizase y realice curas en el
cuerpo perecedero, sujeto a las incesantes transformaciones de la materia,
Jesús se corporificó en el mundo para emprender la cura de las almas, que no se
realizó sin el concurso de los enfermos que lo deseaban.
La falta de perdón, el odio, la rebeldía, la desconfianza, el resentimiento y toda la variada gama de sentimientos
corrompidos engendran causas profundas en los dolores que la Medicina estudia y
cataloga, sin, y ni así, darles combate eficaz.
Hijos, la armonización de vuestro mundo íntimo vitaliza las células en desgaste y suprime las consecuencias más
drásticas del karma, a expresarse tantas veces en las patologías que os limitan
la acción. Inclináos por una conducta cristiana y, aunque más tarde no os
evitéis de encarar la muerte, conviviréis con el dolor sin los agravantes del
desespero.
La longevidad que el hombre pretende en el
cuerpo material será una conquista del espíritu y no meramente de la Ciencia en
el campo de las prevenciones.
Elevad vuestro patrón mental y educad
vuestros sentimientos, atrayendo para vosotros las fuerzas positivas de la
Creación, como quien sabe escoger para sí el aire que respira.
No olvidéis que, básicamente, toda cura depende
del movimiento de la voluntad del propio enfermo, sin cuya cooperación
determinante no ocurrirá.
Bezerra de Menezes
Extraído del libro "A coragen de Fé"
Carlos A. Baccelli
Traducido por Jacob